jueves, 26 de julio de 2007

En aquellos tiempos...

Aquel paraje era realmente una selva montañosa. Las aguas que procedían de la gran cascada eran de total transparencia. Pequeñas truchas saltaban sobre ellas. Grandes piedras de colores rojizos, margas, hermoseaban el lecho del río.

Las dos hermanas plantaron sus raíces en aquel sitio.

La cueva, aunque pequeña, era muy acogedora.

Dentro de ella podían captar, en la penumbra, señales e inscripciones que Kary llegó a interpretar. Era el anuncio de sus peripecias. Vio en los dibujos esquemáticos los distintos momentos de su vida, incluso de antes. Curiosamente, no encontró nada que le permitiera anticiparse a lo por venir.

Aprendió a escuchar los signos de las hojas al caer. El bosque emitía susurros que la orientaban.

Supo por dónde girar y de dónde esquivar.

Las huellas del lecho del río eran como tablas de conocimiento para ella. Los pliegues que el agua marcaba le indicaban los pensamientos que en meandros abordaba.

Nora se fue recuperando poco a poco. Su piel morena se fue bronceando y los músculos de sus piernas y brazos fueron cobrando su volumen.

Whymk iba y venía trayendo en su pico pequeños objetos que Nora guardaba recogidos en un paño de seda azul.

Kary le había dicho que no desestimara nada de lo que él le fuera entregando que era posible que tuviera sentido en un futuro e incluso fuera de utilidad.

Las dos hermanas hablaban alrededor del fuego que durante el día y la noche mantenían encendido. Nora aprendía a explicitar esos miedos ancestrales que se colaban por debajo de su alma y Kary los iba absorbiendo como códigos de un ritual que estaba por desvelar. Nora se iba despojando de ellos y ganaba el beneficio de la cura de su alma y de su cuerpo. Kary los atesoraba en su alma y ganaba sabiduría. Nora era la depositaria de historias y leyendas pasadas. Era un acto que se daba en un momento de duermevela. Ella nunca recordaba que hubiera derramado esas palabras sobre su hermana. Contenía la memoria de la Comuna. Era la depositaria. Sólo quedaban ellas dos y Whymk para hacer de la tierra un espacio en que las tinieblas no se adueñaran. Sabían que debían despertar a la hechicera internándose en la gran cascada, que tenían que invocarla. Digo sabían, pero era Kary que lo sabía ya que Nora lo decía sin conocer el sentido de sus mensajes y no los recordaría jamás.

martes, 24 de julio de 2007

En aquellos tiempos...

LAS ALMAS PRIVADAS DE AMOR LANGUIDECEN

Cuando un alma es privada del amor ésta queda en la penumbra y poco a poco se marchita, muere. Languidece, pierde su luz.

Aquella llama que aviva las almas pierde fuerza y apenas deja rastro de lo que fue.

Hay muchas formas de muerte.

Ella pasó al lado oscuro al carecer del fuego que la iluminaba cuando le amaba.

La madre no había creído nunca que algo así pasara pues desconocía en si misma el fuego que del amor se deriva.

Cuando supo las consecuencias ya era tarde, no pudo poner remedio y murió de pena. Ella amaba sin saberlo a esa hija que por su falta se perdía.

Para su desdicha vio como día a día se oscurecía y transformaba. Como se convertía en la morada de las sombras y la noche. De que en el dolor y la pena que se daba a su alrededor se agigantaba. Fue tal el dolor que experimentaba por las consecuencias de su intervención que quiso destruirla. Fue en vano ya que no era dueña de su vida. Cuando intentó anular a la hija, un amanecer luminoso su arma se volvió en contra suya y sin poderlo evitar ella misma se quito la vida. Kalhyma bebió la sangre de Murnhay y por ello se convirtió en la furia. Salió como una sombra imprecisa que nadie alcanzó a ver.

Cuando se acercaron a la cabaña de las dos mujeres fue tan terrible y espantoso lo que allí encontraron que todos cogieron antorchas y las tiraron sobre el tejado para que se quemara. Se produjo un estruendo terrorífico quebrando la tierra y arrastrando con ella todo lo que en otro tiempo fue la morada de las dos mujeres.

Pasaron lunas hasta que las gentes de la Comuna osaron acercarse por las inmediaciones y por supuesto nunca solos ni cuando llegaba la noche. Se convirtió en un territorio lúgubre. Aunque se hicieron rituales para neutralizar las malas sombras que decían lo cubrían.

Con el tiempo consiguieron paz y serenidad. Paso al mundo de lo que quizás ocurrió alguna vez. Lo innombrable. Ese plazo transcurrido fue de siete ciclos de la tierra. Mudaron los árboles y nacieron las mieses durante ese tiempo, pero quemaron esas cosechas y sólo osaron alimentarse de productos silvestres que encontraban en las inmediaciones.

En aquella madrugada, en que la calamidad se adueñó de la Comuna nació una niña a la que llamarían Kary. Los ancianos y ancianas consideraron que era ella la nueva guía de la Comuna. Fue asignada como quien será capaz de cerrar el círculo del mal que con aquellos acontecimientos había quedado abierto. Su madre lloró la desgracia que pensó se cernía sobre su amada hija. Mientras la amamantaba brotó sangre de sus dilatados pechos. La niña fue alimentada con el néctar de las flores y el jugo de frutos silvestres. Su hermana Nora, que era una niña de ocho repeticiones de las nueve lunas, masticaba los alimentos hasta hacer con ellos una papilla casi líquida que depositaba en la boca de Kary.

La madre embargada por el dolor se secaba. Sus pechos caían como pellejos y sus carnes desaparecían. Era casi un esqueleto de ojos hundidos y gesto asustado. Tenía visiones, las mismas que sus dos hijas. La unión del cordón umbilical conservaba el nexo astral de las tres.

Supo cuando venían las fuerzas de la oscuridad, y antes de que pudieran caer bajo su influencia puso a Nora al cuidado de su hermana advirtiéndole que no volviera la vista atrás bajo ningún concepto. Que no había otra salida. Que era ella quien debía sacar a su hermana de las fauces de la furia que venía a cobrarse su víctima ya que la furia y Kary estaban unidas por los dos lados de la Labrys. Una era la fuerza destructiva y la otra la constructiva. Kary debía alcanzar el conocimiento fuera de la Comuna ya que era a ella a quien querían destruir.

Cuando la madre murió atravesada por la gélida mirada de la furia una serena sonrisa se dibujó en su cara. Sus hijas estaban fuera de peligro y ella confiaba.

Poco antes envió al muchacho, Whymk, bajo un embrujo para que las acompañara en su viaje.

En aquellos tiempos...

No siempre fue así. La furia, Kalhyma, otro tiempo fue una elegida.

¿Qué había hecho para pasar al lado oscuro?

Ella nada. Había sido débil frente al amor mortal, eso la había expuesto frente a las fauces del lado oscuro.

En otro tiempo, de ello podría hablarse de años que con décadas no bastaría.

Kalhyma había sido una muchacha sumisa. Había aceptado la fuerza que se le otorgaba sin oponer resistencia. Su madre, ansiosa, había deseado el poder, pero no le había sido otorgado. Su hija era la elegida, sin embargo Kalhyma hubiera deseado ser una de tantas en la Comuna. No quería ser diferente. Cuando peinaba sus cabellos y los trenzaba esperaba la oportunidad del día para encontrar su mirada. Amaba a aquel muchacho y hubiera querido ser elegida para él, sin embargo le fue negado. Quien era tocada por el don no podía prestarse al juego del amor. Su madre desoyó sus súplicas y la presentó a la Comuna como la elegida, quería los privilegios de la madre ya que no pudo acceder a los propios. Hubiera deseado con todas sus fuerzas ser elegida por el don que su hija rechazaba. Había sido asignada a un varón para tomar el cargo de generar su progenie. Su rencor era tal que deshizo toda descendencia hasta que sintió latir en sus entrañas el don que a ella se le negaba. Tenía artes que la ayudaban a controlar desde el primer palpitar de vida que en ella se formaba. Deshacía aquello que gestaba.

En la Comuna las niñas quedaban al cuidado de las madres. Al no tener más descendencia y manifestar aversión al varón quedó al margen de todo contacto con él.

Sola con su hija dedicó todas sus mañas a hacer de ella la elegida. No fue necesario mucho esfuerzo porque Kalhyma tenía el don que aparecía en una hembra de la Comuna por vía desconocida. Ella era la elegida.

Kalhyma fue entrenada por su madre en todas las artes, pero su madre no contaba con ese amor que en secreto cultivaba la niña. Ese sueño que cobraba forma día a día interfiriendo en los designios que la precedían.

Murnhya advirtió en los ojos de Kalhyma el eco de algo extraño y dedico su atención hasta que supo que era amor ese rastro en la mirada de su hija.

Os preguntareis y encontrareis extraño que no se percatara de los sentimientos que ese muchacho movía en el alma de la niña.

Quien no ama no reconoce el amor aunque este se presente con sus mejores galas.

Murnhya no amaba. Su afán de poder la cegaba y aunque para nadie era dudoso para ella no había traza de lo que su hija gestaba en su tierno corazón.

La evidencia se manifestó por palabras que escuchó de boca de las otras mujeres que objetaron la capacidad de Kalhyma para ser la elegida. Ante ellas negó y renegó.

Usó todas las artes conocidas mientras su hija dormía para apagar lo que incipiente se hacía evidente.

Ese amor crecía y se expandía como mancha de aceite. Con ello no podía.

Pasó al lado oscuro poniendo en marcha fuerzas que no debían traspasar el umbral de los no vivos. Atrajo con sus rituales y encantamientos esas fuerzas malignas que hizo se internaran en el alma de su hija.

Kalhyma quedó a merced de esas fuerzas malignas. Su alma se oscureció. Sus ojos quedaron opacos e incapaces de mirar. Se fue marchitando poco a poco. Su madre no pudo evitar la caída. El abismo se había abierto a sus pies transformándola en una sombra que no se presentaba a la luz.

La Comuna empezó a intuir que algo malo sucedía alrededor de su morada. Nunca se acercaban y aunque el camino fuera más largo lo tomaban eludiendo toda proximidad.

Se sentían gemidos que helaban la sangre y corría el rumor de que se había abierto la puerta a las profundidades.

En aquellos tiempos...

Siempre es el inocente quien rompe el equilibrio sin saberlo. Así ocurrió. Whymk se asustó ante la presencia de la furia y quiso proteger a Kary. Para él las dos figuras de las muchachas eran visibles y por ello se fue sobre el hombro de su ama.

La furia sintió el temor y el aleteo. Eso hizo que creciera su poder. Como advirtiera Kary, ella se crecía con el temor de quienes la rodeaban. Husmeó en el aire buscando el rastro de ese aroma a rosas que llevaba hasta la muchacha. Concitó las fuerzas espectrales que a su llamada llegaron a poblar todo ese espacio.

-A mí, fuerzas de la oscuridad.

-Venid en pos del mal.

-Cercenad y negad.

Eran sus palabras que apenas audibles se insertaban en las entrañas de Nora.

Kary permanecía unida a su hermana. Sabía que en esa unión estaba su fuerza. Debía guardarse de la disolución que supondría la separación. Su hermana no podría hacer frente a las fuerzas espectrales que disolverían su alma.

Tuvieron que enfrentarse a alucinaciones que la furia gestó para que ellas salieran a la superficie. Whymk, asustado, salió volando sin rumbo. Nora sintió en sus carnes todas las fuerzas encontradas, pero Kary la abrazó con fuerza inaudita impidiendo que siguiera el impulso más primitivo que albergaba su alma, saltar contra la furia. Eso las hubiera hecho vulnerables.

Siseaba atrayendo el rencor de Nora. Sabía que se estaba dando la lucha entre las dos hermanas. Casi alcanzaba su objeto. Sus dedos se alargaban y aproximaban casi tocando el pecho de Nora. Sentía un magnetismo que le llevaba a aproximarse a la muchacha. Kary a duras penas conseguía contener el aura de su hermana bajo la suya.

La noche trascurrió en esa lucha de las dos hermanas bajo la amenazante figura sibilina de la furibunda figura que alcanzaba tamaños que cambiaban de más a menos y de menos a más siguiendo el curso de fuerzas que se concitaban en la lucha de las dos hermanas, una por salir y la otra por contener ese impulso.

-No podré conseguir atajar su impulso.

Pensaba Kary en lo más profundo de su ser.

-No debo pensar en nada que libere mi miedo.

-No debo dar paso a la duda.

-Podré aguantar hasta el amanecer.

-Queda poco y aunque los instantes se hacen eternos podré.

Se reafirmaba y contenía todo aquello que pudiera debilitarla.

La noche dio paso al día y pudieron desligarse y descansar, pero Nora quedó maltrecha.

Con la presencia de la luz sobre el círculo astral de las dos muchachas la furia salió como si aquello la pudiera ahogar. Huyó despavorida al sentir la quemazón sobre su sombra. Se alejo bajo las sombras del bosque.

Kary se hizo visible, tenía el cuerpo de su hermana en sus brazos. Apenas podía consigo misma. Nora estaba en tan malas condiciones que se hacía imposible plantear cualquier movimiento. Kary dejó a su hermana tendida en el suelo y empezó a preparar una cataplasma con distintos elementos que sacó de un pañuelo anudado que sujetaba en su cintura. Masticó algunos frutos y algunas hierbas y colocó sobre la frente de su hermana esa sustancia, para ello hizo uso de algunas ciruelas amarillas de las que habían recogido en el bosque. Dejó reposar el cuerpo inerte de Nora y marchó por los alrededores recogiendo hierbas, piedrecillas, flores, piñas y otras cosas que ella misma iba incorporando a ese pañuelo que llevaba anudado en la cintura.

Al atardecer Nora despertó de ese estado estático en que se encontraba.

-Kary, ¿qué ha sucedido?

-¿No habíamos salido del bosque?

Su mente había borrado todo rastro de recuerdo de la lucha mantenida con la furia durante la noche. Ese mecanismo de olvido era lo que impediría que perdiera la cordura pues su mente no hubiera asimilado tanto mal.

-Nora, ¿cómo te encuentras?

Intentó incorporarse y cayó sobre la hierba.

-No puedo levantarme.

Kary asintió.

-Tendremos que pasar la noche en el bosque.

La cara de Nora reflejó un gesto de espanto que ni ella misma hubiera podido reconocer.

-Buscaremos un lugar más seguro.

Afirmo Kary.

-Nos situaremos cerca del agua.

-He encontrado una pequeña cueva próxima al río.

Las dos muchachas se desplazaron a ese lugar.

Kary cargó con su hermana que apoyada en su hombro izquierdo se ayudaba con una rama bajo el brazo izquierdo, que ella le había preparado.

Aunque el lugar escogido no estaba muy alejado tardaron en llegar por lo precario de la situación.

Kary se orientaba perfectamente. Cuando llegaron a la cueva la luna se reflejaba sobre las oscuras aguas del río.

Whymk volaba dando vueltas a su alrededor. Había regresado a la llamada de su ama.

-Ven precioso.

-Ven.

Así le llamaba.

Su aleteo alerto de su presencia a la furia que captó con toda claridad los olores y vibraciones que dejaban en su paso hacía ese lugar.

La furia llegó a alcanzarlas, pero desde la otra orilla.

Kary había encontrado el lugar perfecto para estar fuera de su alcance.

Ella podía cuidar de Nora y encontrar dentro de su más primigenia memoria las artes que ignoraba le eran concedidas como elegida.

Su hermana no podía frente a la magia y el hechizo. Sus temores casi la habían aniquilado. En ese momento Kary reconoció su fuerza y confió en ella. Nora había quedado a la merced de sus miedos, ella no. Ella podía disolverlos y concitar fuerzas de luz que la conformarían como lo que poco a poco iba descubriendo de si misma.

Era Kary la que tomaba las riendas de la situación. Su hermana había cumplido la misión de traerla hasta su destino. Cuidaría de su hermana y esperaría las lunas necesarias para emprender de nuevo la marcha. Esperaría que Nora se recobrara y buscaría en el reflejo de la luna los mensajes que cada vez se le presentaban con más claridad.


En aquellos tiempos...

Recogieron miedos ancestrales. Las sombras y las luces creaban en sus mentes imágenes fantasmagóricas. Sentían el quejido de las almas que vagaban entre los dos mundos. Almas ausentes faltas de morada eterna se movían entre las sombras en ese momento que el día se aleja y la noche se puebla con todas sus quimeras.

Anduvieron en círculo sin percatarse de que pasaban por dónde estuvieran antes.

-Me temo que no hemos avanzado.

-Este arbusto de bayas negras diminutas estaba aquí antes.

-Hemos vuelto al mismo sitio sin darnos cuenta.

Manifestó Nora.

-La noche no nos va a permitir seguir.

-Será mejor que nos quedemos aquí.

Kary pensó que sería cuestión de adaptarse a las circunstancias.

-Habrá que hacer frente a lo que venga.

Le dijo a su hermana.

-La furia se crece con nuestros miedos.

-Hemos de unir nuestras almas en una para impedir que separadas pueda acceder a una de nosotras.

La fuerza de la muchacha dio paso a una luz violeta que las envolvió. Sus cuerpos dejaron de ser visibles a simple vista. Quedaron en ese estado de patencia que las hacía imperceptibles a ojos físicos.

Bajo una roca tintineaba una débil luz violeta.

-Estaban aquí.

-Esa pequeña sabe más de lo que parece.

-Huelo su presencia.

La furia podía oler la presencia de Kary, pero era incapaz de captar esa luz. El submundo al que pertenecía era el de lo opaco y sin luz. Nada que brillara o estuviera iluminado entraba por sus sentidos. Era ciega a la luz.

Había quedado impregnado en el ambiente un olor a rosas que la furia reconoció como el de la muchacha que ella quería arrastrar al lado oscuro para absorber su energía y aumentar su poder.

Si se hubiera fijado. Si no hubiera distraído sus pensamientos con la obsesión de captar a la muchacha habría notado una presencia alada que posada sobre una rama estaba justo encima de la piedra en la que palpitaba esa luz.

lunes, 23 de julio de 2007

En aquellos tiempos...


Recogieron miedos ancestrales. Las sombras y las luces creaban en sus mentes imágenes fantasmagóricas. Sentían el quejido de las almas que vagaban entre los dos mundos. Almas ausentes faltas de morada eterna se movían entre las sombras en ese momento que el día se aleja y la noche se puebla con todas sus quimeras.
Anduvieron en círculo sin percatarse de que pasaban por dónde estuvieran antes.
-Me temo que no hemos avanzado.
-Este arbusto de bayas negras diminutas estaba aquí antes.
-Hemos vuelto al mismo sitio sin darnos cuenta.
Manifestó Nora.
-La noche no nos va a permitir seguir.
-Será mejor que nos quedemos aquí.
Kary pensó que sería cuestión de adaptarse a las circunstancias.
-Habrá que hacer frente a lo que venga.
Le dijo a su hermana.
-La furia se crece con nuestros miedos.
-Hemos de unir nuestras almas en una para impedir que separadas pueda acceder a una de nosotras.
La fuerza de la muchacha dio paso a una luz violeta que las envolvió. Sus cuerpos dejaron de ser visibles a simple vista. Quedaron en ese estado de patencia que las hacía imperceptibles a ojos físicos.
Bajo una roca tintineaba una débil luz violeta.

-Estaban aquí.
-Esa pequeña sabe más de lo que parece.
-Huelo su presencia.
La furia podía oler la presencia de Kary, pero era incapaz de captar esa luz. El submundo al que pertenecía era el de lo opaco y sin luz. Nada que brillara o estuviera iluminado entraba por sus sentidos. Era ciega a la luz.

Había quedado impregnado en el ambiente un olor a rosas que la furia reconoció como el de la muchacha que ella quería arrastrar al lado oscuro para absorber su energía y aumentar su poder.
Si se hubiera fijado. Si no hubiera distraído sus pensamientos con la obsesión de captar a la muchacha habría notado una presencia alada que posada sobre una rama estaba justo encima de la piedra en la que palpitaba esa luz.

lunes, 16 de julio de 2007

En aquellos tiempos...


Recorrieron largas sendas que no llevaban a ninguna parte. Las dos muchachas entristecidas caminaban silenciosas sin mediar palabra, cogidas de la mano.
Un ave sobrevolaba en círculo esperando poder posarse sobre el hombro de una de ellas.
La más alta era una mujer de larga cabellera negra y la otra tenía rojos cabellos.
Vestían ceñidos vestidos de tafetán negro como las plumas de un cuervo.
-¿Qué te parece si paramos un rato?
-Bueno, Nora.
Nora era la mayor de las dos, la pelirroja.
-Kary, ¿estás cansada?
-Un poco.
-¡Bien! Haremos una parada, pero muy corta. No nos podemos descuidar.
Baja el ave y se posa sobre el hombro de Kary. Ésta parece recobrar energías.
-Tienes mejor aspecto. Haces mejor cara ahora que Whymk se ha posado en tu hombro.
-Tenemos que darnos prisa si queremos que la hechicera deshaga su embrujo.
Pararon en las inmediaciones de un riachuelo de aguas cantarinas. El gorgoteo de una fuente atrajo su atención y llenaron de agua un par de calabazas y un pellejo que colgaba de la cintura de una de ellas.
Sacaron de sus zurrones un trozo de queso y un mendrugo de pan para cada una.
Comieron y bebieron abidamente dando al ave parte de lo que tomaban.
-Qué fresquita es el agua de esta fuente.
-Mira, Nora, ese árbol tiene la fruta madura. Son ciruelas amarillas.
-Aunque son muy pequeñas nos irán bien.
Las dos muchachas se levantaron y aproximaron al ciruelo.
Recogieron sus frutos más maduros y los colocaron en un pañuelo grande, cada una, poniéndolo entre hombro y cintura, cruzando el pecho y dejando la carga por delante.
Más animadas emprendieron de nuevo la marcha.

Se adentraron en la espesura de ese bosque. Iban entretenidas en sus pensamientos y no advirtieron que alguien las estaba siguiendo.
Entre la maraña de zarzas y árboles se movía una diminuta figura. Era alguien que cubría su cuerpo con una túnica y tapaba su cabeza con capucha. Llevaba un tejido que parecía participar de los colores que le rodeaban. De hecho seguía el mimetismo de las hojas y ramas que iba encontrando a su paso. Esa trama se iba modificando según estuviera en sombra o zona iluminada.
-No irán muy lejos.
Era un eco femenino el que así pensaba.
-Se dirigen a la gran cascada.
-Saben bien dónde pueden encontrarla.
-Tengo que distraerlas antes de que caiga la noche.
-Con la Luna tendré el poder y ya no tendrán escapatoria.

-¡Nora!
-¿Qué tienes?
-¡Noraaa...!
Asustada, Kary, quedó paralizada.
-¿No te das cuenta?
-¿De qué tengo que darme cuenta?
-Siento que algo me atraviesa, algo helado que me abrasa.
-¿Tú no notas nada?
-No, no tengo esa sensación.
-Descansaremos un rato para que te calmes.
Las dos muchachas buscaron un claro del bosque y se aposentaron. En las proximidades corrían las aguas cristalinas del río que venía de la cascada a la que se dirigían.
-Kary, no podemos entretenernos mucho rato. Se está cerrando el día y será muy difícil seguir la senda.
-Piensa que nos advirtieron de los peligros de la noche.
-Que tenemos que conseguir llegar antes de que anochezca porque la furia se crece en la noche y si da con nuestro paradero no habrá magia que nos libere de sus poderes.
Kary reaccionó a las palabras de su hermana.
-Vamos, no perdamos tiempo.
-Soy una blanda.
-Kary, no lo eres.
-Eres tú la que tiene la magia de su lado y eso te hace más sensible y vulnerable.
-Tengo que cuidar de ti.
-Madre dijo que mi papel era ser tus músculos y tu resistencia.
-Cuando lo dijo no entendí nada, pero ahora empiezo a encontrar sentido a sus palabras.
Nora queda pensativa y su cara refleja un gesto duro de dolor.
Pasan por su mente, en tropel, imágenes espeluznantes.
Aquellos seres maléficos que salían de la nada y que buscaban mientras destruían todo lo que con sus ojos atravesaban.
No recordaría formas, porque no los veía, recordaba sensaciones que le helaban la sangre.
-Coge a tu hermana y marcha.
-No esperes más.
-Y sobre todo no mires oigas lo que oigas
Le había dicho su madre.

Había cogido a su hermana que dormía sobre la paja envolviéndola en su capa.
Fue terrible oír aquellos chasquidos y alaridos.
Recordaba el olor de los cuerpos putrefactos, el de la sangre, el de los huesos calcinados.
Alaridos que atravesaban su garganta entrando hasta sus entrañas.
Fue casi imposible seguir sin volver al lado de la madre.
Fue la mayor de las pruebas.
Controlar ese impulso le desgarró músculos que tiraban de ella.
Cuando llegó al bosque su cuerpo había seguido el curso de dos vidas. Ya no era la misma. Su vida no era suya. Su hermana era su vida.

domingo, 15 de julio de 2007

En aquellos tiempos...


Se adentraron en la espesura de ese bosque. Iban entretenidas en sus pensamientos y no advirtieron que alguien las estaba siguiendo.
Entre la maraña de zarzas y árboles se movía una diminuta figura. Era alguien que cubría su cuerpo con una túnica y tapaba su cabeza con capucha. Llevaba un tejido que parecía participar de los colores que le rodeaban. De hecho seguía el mimetismo de las hojas y ramas que iba encontrando a su paso. Esa trama se iba modificando según estuviera en sombra o zona iluminada.
-No irán muy lejos.
Era un eco femenino el que así pensaba.
-Se dirigen a la gran cascada.
-Saben bien dónde pueden encontrarla.
-Tengo que distraerlas antes de que caiga la noche.
-Con la Luna tendré el poder y ya no tendrán escapatoria.

martes, 10 de julio de 2007

En aquellos tiempos...

Recorrieron largas sendas que no llevaban a ninguna parte. Las dos muchachas entristecidas caminaban silenciosas sin mediar palabra, cogidas de la mano.
Un ave sobrevolaba en círculo esperando poder posarse sobre el hombro de una de ellas.
La más alta era una mujer de larga cabellera negra y la otra tenía rojos cabellos.
Vestían ceñidos vestidos de tafetán negro como las plumas de un cuervo.
-¿Qué te parece si paramos un rato?
-Bueno, Nora.
Nora era la mayor de las dos, la pelirroja.
-Kary, ¿estás cansada?
-Un poco.
-¡Bien! Haremos una parada, pero muy corta. No nos podemos descuidar.
Baja el ave y se posa sobre el hombro de Kary. Ésta parece recobrar energías.
-Tienes mejor aspecto. Haces mejor cara ahora que Whymk se ha posado en tu hombro.
-Tenemos que darnos prisa si queremos que la hechicera deshaga su embrujo.
Pararon en las inmediaciones de un riachuelo de aguas cantarinas. El gorgoteo de una fuente atrajo su atención y llenaron de agua un par de calabazas y un pellejo que colgaba de la cintura de una de ellas.
Sacaron de sus zurrones un trozo de queso y un mendrugo de pan para cada una.
Comieron y bebieron abidamente dando al ave parte de lo que tomaban.
-Qué fresquita es el agua de esta fuente.
-Mira, Nora, ese árbol tiene la fruta madura. Son ciruelas amarillas.
-Aunque son muy pequeñas nos irán bien.
Las dos muchachas se levantaron y aproximaron al ciruelo.
Recogieron sus frutos más maduros y los colocaron en un pañuelo grande, cada una, poniéndolo entre hombro y cintura, cruzando el pecho y dejando la carga por delante.
Más animadas emprendieron de nuevo la marcha.

URGENTE

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domingo, 8 de julio de 2007

En aquellos tiempos...

Anduvo perdida entre la maleza, resignada pensaba que nunca más entraría por su vida nueva luz. La tristeza que albergaba creaba un círculo de furia que a todos espantaba.
Era la fuerza que todavía no controlaba.
Entre el barro y las piedras del camino sus pies descalzos sentían el alivio que deviene cuando el dolor del alma es tan grande que se hace necesario machacar el cuerpo para que éste reclame y en su cuidado el alma se refugie.
Recordaba de forma discontinua e incoherente.
Se veía al calor de la lumbre rodeada de una anciana y dos ancianos. No reconocía el vínculo que a ellos le unía, pero sentía un sentimiento que extrañaba. Algo dulce que de ellos recibía. Se veía niña. Con unas trenzas largas. Su pelo negro que azuleaba. Se veía en el reflejo de un espejo mientras una figura femenina la peinaba. Sentía el dolor de los estirones que le daba mientras desenredaba su pelo con un peine de concha de tortuga, de carey recordaba que se nombraba.
Reconocía en esa figura la madre desde los sentimientos que le salían del corazón.
Estaba tan lejano en el tiempo. Ahora se extrañaba de si misma.
Aquel muchacho que la siguió aquel día y que gracias a su presencia evitó el desvarío.
Empezaba a hilvanar los recuerdos. Las ideas se agolpaban, pero empezaban a tener sentido.
De pronto una sombra se cruzo por sus ojos, la consciencia del dolor era insoportable. Desvelar tiene el inconveniente de que no es un acto selectivo y se destapa lo bueno y lo malo. Apretó los dientes con tal fuerza sobre el labio inferior que un hilillo de sangre resbaló por la comisura de sus labios. Soltó un fuerte alarido y calló sobre el lecho de piedras y barro. Allí quedó inconsciente iluminada por una luna grande y brillante.
Alguien seguía sus pasos a distancia. Se acercó y la recogió en sus brazos llevándosela en volandas hasta el pie de un frondoso árbol, un roble de tronco ancho y robusto.
Separó los cabellos de su cara e hizo un recogido con un cordón dorado que sacó de su cintura, dónde lo llevaba anudado. Limpió los restos de la sangre mojando con su saliva un trozo de tela que rasgo de su camisa.
Marchó sin hacer ruido y quedó a distancia para poder observarla desde lejos sin que ella pudiera apercibirse de su presencia.
Transcurrió la noche. La escena era digna de un retablo. Ella bajo el árbol con una expresión angelical y él tras unos arbustos pendiente de todo lo que pudiera pasar.