lunes, 23 de julio de 2007

En aquellos tiempos...


Recogieron miedos ancestrales. Las sombras y las luces creaban en sus mentes imágenes fantasmagóricas. Sentían el quejido de las almas que vagaban entre los dos mundos. Almas ausentes faltas de morada eterna se movían entre las sombras en ese momento que el día se aleja y la noche se puebla con todas sus quimeras.
Anduvieron en círculo sin percatarse de que pasaban por dónde estuvieran antes.
-Me temo que no hemos avanzado.
-Este arbusto de bayas negras diminutas estaba aquí antes.
-Hemos vuelto al mismo sitio sin darnos cuenta.
Manifestó Nora.
-La noche no nos va a permitir seguir.
-Será mejor que nos quedemos aquí.
Kary pensó que sería cuestión de adaptarse a las circunstancias.
-Habrá que hacer frente a lo que venga.
Le dijo a su hermana.
-La furia se crece con nuestros miedos.
-Hemos de unir nuestras almas en una para impedir que separadas pueda acceder a una de nosotras.
La fuerza de la muchacha dio paso a una luz violeta que las envolvió. Sus cuerpos dejaron de ser visibles a simple vista. Quedaron en ese estado de patencia que las hacía imperceptibles a ojos físicos.
Bajo una roca tintineaba una débil luz violeta.

-Estaban aquí.
-Esa pequeña sabe más de lo que parece.
-Huelo su presencia.
La furia podía oler la presencia de Kary, pero era incapaz de captar esa luz. El submundo al que pertenecía era el de lo opaco y sin luz. Nada que brillara o estuviera iluminado entraba por sus sentidos. Era ciega a la luz.

Había quedado impregnado en el ambiente un olor a rosas que la furia reconoció como el de la muchacha que ella quería arrastrar al lado oscuro para absorber su energía y aumentar su poder.
Si se hubiera fijado. Si no hubiera distraído sus pensamientos con la obsesión de captar a la muchacha habría notado una presencia alada que posada sobre una rama estaba justo encima de la piedra en la que palpitaba esa luz.

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