miércoles, 17 de diciembre de 2008

De Escondido en mi memoria a Línea de fuga

A veces paro y empiezo mis cambios. Ahora estoy en ese momento. Suprimo blogs y me centro en otros.
Al principio me dediqué a colgar mis cosas sin pensar en otra que en poner en pantalla lo que me parecía ganaba relevancia a mis ojos.
Venía de las ganas de hacer una página web. Eso me llevó a los blogs.
Desconocía el fenómeno.
Hasta entonces, el acto escribidor era íntimo. No pasaba de ese volver a él tras un tiempo que lo distanciaba de mí.
Un buen día tuve en mis manos esta herramienta. Ese día sufrí el giro copernicano. Nunca más escribiría sólo para mis ojos. Al contrario. A partir de entonces caí bajo el influjo de una danza macabra. Un destape que me llevaba más allá de las zonas restringidas.
No me puse la máscara de un seudónimo, entré sin ocultarme y osada presenté mi destape a ojos desconocidos que podían dañarme.
Tuve momentos de enganche. En otros sentí un abismo que se abría a mis pies y eso me acobardó, pero ya estaba metida hasta la médula. Quería recuperar mi cordura, pero mis ansias de escribir me podían.
El amor es la droga más fuerte que conocía. Ahora descubría otra, la de exponer tus líneas ante un mundo que paseaba ante ellas. Quería, yo que tímida me había ocultado a las miradas directas, ser vista.
Nuevamente, vengo de vuelta de un viaje.
Ahora serena, escribo sobre lo que supuso ese enganche.
Mi momento personal me tenía atrapada. Nunca menté la situación que me ponía tras la pantalla.
Tomé alas y cincelé palabras que empáticas y de memoria apuntaba.
Poco a poco volvieron versos que hacía tiempo no escribía. Siempre fui de verso fácil. Era algo que venía conmigo desde los primeros renglones de mi vida.
Uno de mis sueños olvidados era escribir cuentos.
Inventaba oralmente ante mis alumnos pequeños.
Tras escribir, posteando en mis blogs, me vi anotando lo que salía a borbotones de esas narraciones construidas al hilo de las miradas y escuchas.
Está claro que transcribir ese momento no es factible. La oralidad que se consigue tras años de comunicación en las aulas es irrepetible y mucho menos transcribible.
Puesta a escribir, me encuentro en pelea continua con los signos y pausas requeridas.
Afilando mi verbo me fui adentrando en un espeso bosque de deseos.
Afloraron viejos recuerdos que aderezaba con sueños no tenidos ni vividos.
Mezclaba lo propio y lo ajeno.
Leer y rememorar paseos por largas horas dedicadas a libros diversos hicieron su efecto.
Curiosamente, lo que negaba se imponía. Aquello que aparentemente me producía rechazo después entraba, como un icor extraño, a envenenarme la sangre de tal forma que de observadora pasaba a ser actora.
En mis primeras entradas todo estaba controlado, no por querer ocultar a ojos otrados, si no porque en mi no era dado salirme por otro lado.
Leía inflamados textos con la frialdad de lo extraño.
Recuerdo que ese verano, el del 2006, se puso en marcha la rueca que me está empujando.
Dedicaba un tiempo a mis primeras lecturas de blogs que iba encontrando.
De pronto saltó la necesidad y vi que tenía que ponerla en otro lado. Allí empecé a secundar y después a terciar, y no he parado. Ese segundo blog, que hace tiempo he borrado, tenía como intenciones remover en la memoria y recuperar vuelos que había almacenado. Escondido en mi memoria, era su nombre marcado. Muchas veces me ocurre que las palabras anuncian lo que después me será dado. Así fue en ese caso.
El siguiente movimiento, vino en mi sueño anunciado. Quería buscar al otro lado. Despertando en medio de la noche, cuando todos dormían en la casa de mis padres, abrí los cajones de mi mesilla y abordé los pocos rastros que en libretas había. Buscando espacio escribí intenciones que pondría en marcha al nacer el día.
Así nació la otra vía, la de Labrysmoom que buscaría en lo que trae la memoria compartida.
A partir de ese momento dupliqué mi movimiento.
Escribía, como ahora hago, lo que me placía y asignaba a una u otra fuente el exponerlo en presente.
Cogí este hábito o costumbre de ponerme ante pantalla y escribir sin darme cortes ni parar las trazas.
Así, sin saber como venía la cosa, saltaron textos que mi vergüenza primera retenía tras velos de otredad.
Llegué al atrevimiento. Tuve momentos de más.
Llevaba tiempo y no quería mezclar.
Allí empecé a esconderme tras páginas silenciosas que no tardaban en atraer miradas y me hacían descubrir aspectos de mi misma y de otros que sabía desde la otra perspectiva.
Guardé celosamente ese secreto, pero me duró poco la cosa, porque cambió mi valor sobre ello. Dejé de avergonzarme y acepté esa otra forma de expresarme.
Venía cuando quería. No era dueña de ese impulso que entraba y salía cuando bien le venía.
En estas idas y venidas he construido un paquete de archivos y carpetas que demandan ponga en orden, pero no creo que haya llegado el momento. Tendrán que esperarse.
Ahora empiezo a sacar textos que en la distancia veo ajenos, aunque brotaron en madrugadas muchos de ellos. Me sentí en ellos como nunca en lo vivido.
Hubo un amigo, al que le desvelé esa duplicidad, que me dijo si eran testigo de lo que estaba viviendo. A él le contesté que cuando lo viví no estaba puesta en escribirlo.
La memoria apuntaba a otro dardo que lancé. Había puesto en marcha una página que denominé ‘línea de fuga’, en ella decía que enfocaba sentimientos. En ese momento, desde la razón. Se volvió hacía mí la intención y los apunté con el corazón.

27 de marzo de 2008

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